El Santiago Bernabéu se vistió con sus mejores galas para recibir a Raúl González
Blanco en el Trofeo Bernabéu, dibujando una atmósfera mágica como pocas veces, en los últimos años pasaron por el coliseo blanco Bayern Múnich,
Barcelona, Borussia Dortmund o Manchester United en la Champions League,
pero ninguna de esas noches estuvo rodeada de la ilusión y la química
que trajo consigo este amistoso contra el Al-Sadd. Hablar de Raúl son palabras mayores en el Real Madrid, hace tiempo que se fue, pero sigue siendo un símbolo como alberga pocos
en su amplísima y nutrida historia y el público quiso dejarlo de
manifiesto, quiso brindarle su agradecimiento al '7' por tantos años de
alegrías, no pudo hacerlo hace tres años, y pareció haberse contenido
toda esa energía para poder dispensarla como hubieran deseado entonces, como siempre mereció Raúl.
Con el '7' del Real Madrid a la espalda que
le cedió un Ronaldo que lució el '11' (que llevará Gareth Bale, seguro) Raúl fue objeto de numerosos homenajes antes del
inicio del partido, tras posar con todos los trofeos que conquistó de
blanco, dispuestos sobre el césped, el mismo Rey de España Don Juan
Carlos I fue el que le entregó una placa conmemorativa al delantero en
el mismo palco. Una vuelta de honor sobre el verde ante los ochenta mil
espectadores que abarrotaron el estadio merengue, para que después Iker
Casillas le cediera el brazalete de capitán ante una afición que, esta
vez sí en su mayoría, se rindió ante la fusión de dos emblemas del
madridismo.
Tras los homenajes y las fotos, comenzó la
que quizás fue la parte menos emocionante y emotiva de la noche, lo que
viene siendo el partido en sí, un encuentro sin ritmo ninguno donde sólo
algunos pequeños detalles trajeron la pizca de sabor, lo hizo la
actuación del propio Raúl, que comenzó el partido jugando con su equipo, con el Real Madrid y pudo volver a
saborear lo que es marcar, amortiguó un pase elevado
de Di María dentro del área, y tiró con la izquierda batiendo a su otro
portero, carrera al córner, pulgares a la espalda señalándose el '7', y
el Santiago Bernabéu rendido a sus pies.
La segunda parte trajo consigo nueve
sustituciones en el Real Madrid, el cambio de equipo de Raúl y también, afortunadamente, algún gol
más, como el de Isco, con un plástico cabezazo a un pase medido de
Carvajal, el 3-0 de Benzema desde el punto de penal después de que
Carvajal provocara la pena máxima, dando el susto de la noche a Carlo
Ancelotti ante lo que parecía una lesión que luego quedaría en nada o
los dos de Jesé Rodríguez para firmar la goleada final. Pudieron haber sido más goles, pero dio la
sensación de que el Real Madrid quiso ser condescendiente con el equipo
de Raúl, sabiendo lo poco que le gusta perder.
Por último, y no por ello menos importante,
la otra nota de color en el Trofeo Bernabéu la puso el propio estadio
merengue con sus gestos, sus pitos y sus aplausos más allá de los que
dedicaron al homenajeado Raúl que se despidió llevándole el brazalete de capitán a
Iker Casillas y poniéndoselo en el brazo ante los ojos de todos, luego
todavía le daría su '7' a Cristiano Ronaldo, más claro, el agua.
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