Pumas aún no se manifestaba sobre lo que parece inminente: la salida de Antonio Torres Servín, en una fecha luctuosa históricamente en el futbol mexicano, tras los despidos de otros dos entrenadores como Gabriel Caballero y Wilson Graniolatti.
Pumas fue una oposición endeble, frágil, timorata, ante un América que usurpó la autonomía de la cancha del Olímpico Universitario desde el primer minuto de juego.
Pero las debilidades de Pumas no se manifestaron solas, fueron desnudadas, bajo la lluvia y el frío, por un América que hace más pulcro su futbol rápido, abierto, de movimientos constantes y razonados por sus jugadores.
Ese rendimiento notable incluye a un Oswaldito Martínez en su mejor noche, hasta llegar a un Layún con su fuelle impresionante, que tiene el premio de sentenciar el 1-0 con un escopetazo que fué desviado ligeramente por Cortés, al minuto 27. Y cuando Pumas se lamía la herida del primero y analizaba si respondía o ronroneaba, Oswaldito entrega el segundo al cabezazo de Valenzuela ante la desatención puma, al '31.
En el aluvión americanista, Mendoza se gana su festejo firmando el 3-0 sólo tres minutos después, cuando Rey encuentra sólo peones defensivos entre el desconcierto universitario.
Con esa sentencia de muerte, Antonio Torres Servín y Pumas se van al reposo, mientras América escucha a su afición en una cabecera que le implora más goles
En la segunda etapa América sale al desenlace a jugar con tranquilidad y sin riesgos, ante la peligrosidad de la cancha y la ira desesperada de Pumas.
Pero, a pesar de esa mesura, mantiene el dominio y encuentra el 4-0 que lo genera Miguel Layún a los '65, con servicio largo a Oswaldito quien sirve entre los sonámbulos universitarios, para que de certero cabezazo aumente el marcador.
Con semejante ventaja, Miguel Herrera pone a desfilar cambios y entran Molina, Hobbit y Andrade, y Pumas parece reaccionar ante la burla que le llegaba de la tribuna.
Y es cuando Maza Rodríguez, errático, torpe toda la noche, intenta despejar de cabeza, pero entrega el balón en un pase magnífico al remate de Martín Bravo para sentenciar el 4-1, que sirvió como suspiro, como puchero consolador a los pumas.
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