El Celta se salvó del descenso con una victoria por la mínima (1-0)
sobre el Espanyol con tanto Natxo Insa (15'), que, unida al traspié de su más
enconado rival, el Deportivo de La Coruña, propició el milagro que
necesitaban los vigueses para seguir un año más en la máxima categoría
del fútbol español.
Todo se les puso de cara a los de Vigo,
que pronto cobraron ventaja en el marcador y casi a renglón seguido
llegó desde Riazor la noticia más deseada: el tanto de la Real Sociedad.
A partir de ahí, los de Abel Resino solo tuvieron una misión, aguantar un resultado que bien mereció todo el
sufrimiento vivido.
El conjunto gallego intentó cumplir con
su parte cuanto antes, y para ello se empleó con el doble de intensidad
que un Espanyol contemplativo que permitió que Augusto y, sobre todo,
Aspas merodearan por su área en busca del último pase, en una de éstas, Javi
López asistió a Natxo Insa, que en posición franca acribilló a
Casilla.
Este tanto y, sobre todo, el de la Real Sociedad
en La Coruña, que se cantó con la misma o mayor intensidad en Balaídos,
puso nervioso al Celta, que se arrinconó en su campo y cedió el
balón a un rival que tuvo el empate en los pies de Stuani.
En
apenas dos minutos (23' y 25') remató fuera cerca del área pequeña,
aunque forzado, tras un rechazo de Rubén a un pase de la muerte de
Verdú, y luego picó en exceso el esférico, que salió por encima del
travesaño, a la salida de un córner.
El Espanyol se empeñó en perdonarle la vida al Celta, que agradeció
el descanso como agua de mayo después de que Sergio García cabeceara
cerca del larguero desde una posición inmejorable en el segundo palo y
Víctor Sánchez enganchara un balón desde media distancia que tocó en un
defensa y que Rubén rechazó con apuros.
Se recompusieron
los locales a la salida de vestuarios, ya que reagruparon las líneas,
cerraron la autopista abierta en el centro del campo y empezaron a
generar peligro al contragolpe, solo asi pues nada importaba, salvo que el Espanyol
no aguara una fiesta que comenzó en cuanto el árbitro pitó final y la
hinchada celeste invadió el campo tras frotarse los ojos para asimilar
lo que hace dos semanas parecía una quimera.
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