El Olympiakos
dio el golpe de la ida de los octavos de final de la UEFA Champions
League y ganó 2-0 al Manchester United, que sobrevive en un estado de
coma del que deberá despertar con una difícil remontada en Old Trafford.
Míchel se enfrentaba al mejor escaparate que jamás ha tenido en su etapa
como entrenador, cuando dirigió al Rayo Vallecano, Real Madrid
Castilla, Getafe o Sevilla, nunca se vio en unos octavos de final de la
Champions League ante todo un Manchester United.
Sin embargo, el cuadro inglés no es el que era cuando Alex Ferguson
era el amo y señor del club, con David Moyes en el banquillo es un
equipo gris, previsible y sin ideas. Se encuentra en un claro periodo de
transición, deambulando por la Premier League sin un rumbo coherente y,
hasta ahora, por lo menos se mantenía firme en Europa.
Después de completar una buena primera fase, el Olympiakos sacó a
relucir muchas de la carencias del bloque inglés. Lo
hicieron durante casi noventa minutos, con un planteamiento eficiente
marcado por la fuerte presión hacia los jugadores del Manchester y por
contragolpes efectivos para desequilibrar el marcador.
Éste se movió cuando el argentino Chori Domínguez (38')
desvió con algo de fortuna un disparo de Giannis Maniatis que llevaba
una dirección totalmente errónea. Hasta ese momento, el Manchester no
había hecho absolutamente nada. Que Wayne Rooney se moviera por el
centro del campo, a veces hasta actuando de medio centro, era un claro
síntoma de lo perdido que anda el cuadro inglés.
Los
primeros 45 minutos transcurrieron por esos derroteros, con el
Olympiakos fuerte y eficiente en sus escasos acercamientos ante un rival
perdido.
Míchel arriesgó en la reanudación y durante quince minutos Olympiakos
adelantó sus líneas para ir a por el segundo tanto. La teoría se llevó a
la práctica y el costarricense Joel Campbell (54') marcó un golazo desde
fuera del área tras deshacerse de Michael Carrick con un espectacular
túnel.
Esa acción simbolizó la actuación del Manchester, la jugada que más
rabia puede dar a un jugador retrató los noventa minutos de los hombres
de David Moyes, ese balón que pasó entre las piernas de Carrick y que
luego besó la red de la portería que defendió David De Gea, fotografío
la desesperación inglesa.
Con media hora por delante, el
Olympiakos supo aguantar el resultado y sólo tuvo que sufrir un
sobresalto que puede valer una eliminatoria. A Míchel casi le dio un
ataque cuando a nueve minutos del final el holandés Robin Van Persie
mandó a las nubes un disparo desde el punto de penal.
Su
falló devolvió a Míchel la sonrisa que lució durante casi todo el
partido y que sólo perdió durante tres segundos de incertidumbre.
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